Del miedo al pim pam pum

Soledad Gomis, periodista

Las mujeres tenemos miedo. Miedo de los hombres. De que puedan acecharnos en cualquier momento y lugar. Por eso, las deportistas buscan espacios con gente para ir a correr. De noche, caminamos alejadas de los portales, para que nadie nos empuje dentro de uno. O vamos en dirección contraria a los coches, para que no puedan hacernos subir a la fuerza. Sacamos la llave 100 metros antes, para no entretenernos en la puerta de nuestro edifico. O llevamos el móvil en la mano, para no parecer tan aisladas. En los taxis, algunas veces vamos tensas, según el conductor y la ruta que elija. Si en la portería se entretiene alguien, bajamos en otro piso, para que no quede claro dónde vamos. Muchas no se atreven a andar por el monte solas. Ahora suele ser automático, pero, en el coche, nos aseguramos de que quede cerrado a la que tomamos asiento.  Hablando de coches, a ninguna le gusta estar en un parking sin vigilancia en horas de poco trajín. Y siempre, siempre, nos ponemos en guardia si oímos pasos detrás nuestro.

Así vamos por la vida. Por eso a ninguna de nosotras le extraña el revuelo y la indignación que ha desatado la sentencia por el caso de La Manada. Sin embargo, que la reacción de numerosos políticos se parezca a la de cualquier ciudadana me parece alarmante. En la situación actual, complicada en tantos frentes, los poderes del Estado deberían ser respetuosos entre sí y en su propio seno. Trabajar a conciencia, con serenidad y conocimiento – ¡cómo puede ser que una diputada y vicepresidenta de un partido, hable de cambiar la Constitución por la sentencia de La Manada cuando, lo que debería plantear, en todo caso, es la modificación del Código Penal! El descrédito de todos los poderes nos socava como sociedad. Faltan voces informadas, con proyectos, serenas y firmes, no reactivas. Las espero. Mientras, de tan saturada, prefiero pasarme la tarde plantando lechugas y la noche leyendo ficción.